martes, septiembre 30, 2008

Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere, debajo del cielo tiene su hora. Parte I

Así comienza Eclesiastés 3 y esto me recuerda el concepto de que el comprender las diferentes etapas en una vida es seguir el ritmo de la vida, al menos esto decía mi bisabuela, de origen judío, y un ejemplo de seguir el ritmo de la vida, decía, cuando te compren, decía, vende; cuando te vendan, compra; cuando te den, recibe y cuando te reciban, da, simplemente sigue el ritmo de la vida.

Además es una hermosa promesa que yo recibo en mi alma, ¡tome Usted nota! todo lo que yo quiera, debajo del cielo tiene su hora. Por tanto todo, lo que Usted quiera, tiene su hora, existe, toma forma, con el sólo hecho de haberlo deseado, y cuando llega a su vida, si lo recibe, o no, eso es otra cosa, pero llega, en su tiempo, todo aquello que Usted desee, va a llegar.

El problema realmente radica en que no somos constantes en lo que queremos o deseamos y cuando llega a nosotros, la mayoría de veces, ya cambiamos de pensamiento, de pareja, de trabajo o de forma de vida, etc. Pues no fuimos responsables de nuestro propio deseo y la mayoría de nuestros deseos son vanos e inmaduros, pues vivimos en esta cultura, libre en deseos y hemos desestimado la implicación tan poderosa que conlleva el desear o el querer algo.

Y al desear y querer tan libremente y tan irresponsablemente creamos en nuestra vida, demasiadas circunstancias, demasiadas variables y nuestro caminar parece un zigzag atacado por miles de cosas, presentando demasiados caminos y posibilidades y creando en nosotros inestabilidad.

Por ello en lo espiritual, el solo hecho de desear, por ejemplo a la mujer de tu prójimo, es ya un pecado y así tantos otras miles de cosas que con la mente, sólo con la mente, pecamos, al desearlas o quererlas, pues con sólo ese hecho, existen, comienzan a tomar forma y tendrán su hora.

Las Escrituras nos enseñan en Eclesiastés 3:2 que hay un Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado.

Cuando un bebe está en el vientre de su madre, se tiene un tiempo estimado de nacimiento, pero incluso conociendo la fecha y la hora exactas de su concepción, ni así se puede saber con plena seguridad el tiempo o la hora exacta de su nacimiento espontaneo y natural.

Incluso nada puede hacer la ciencia para evitar una concepción que tiene que suceder, a pesar de que la mujer esté operada con la salpingo, puede salir embarazada, porque cuando tiene que suceder, sucederá.

Por lo que se puede decir que un niño no nace, ni antes ni después de cuando tenía que nacer y si se trata de un niño prematuro en realidad nació en su tiempo, ya que esa alma debía vivir la experiencia y así mismo sus padres.

Analógicamente el tiempo de nacer también se puede referir al nacimiento espiritual, al nacer de nuevo, al empezar el camino de Cristo dejando y saliendo del viejo camino.

Por otra parte, acerca del tiempo de morir, inequívocamente así es, mi madre decía que nadie se muere la víspera, sólo el pavo de navidad y por ende cuando te toca, te toca, así que racionalmente cabría la pregunta ¿sí no me voy a morir, ni antes, ni después de mi exacto tiempo, entonces, para que vivir preocupado por cuando sucederá?

Y espiritualmente hablando, hay gente que no se quiere morir en ciertas áreas de su vida y quieren conservar su pecado y es necesario morir para volver a nacer en Cristo, incluso los mismo cristianos guardamos muchas áreas de nuestra vida, que no queremos entregárselas a Él, no nos queremos morir en ese pecado y seguimos viviéndolo, pero el pecado Elohim lo tolera sólo un tiempo y llegado Su tiempo de morir, ese pecado, se lo entregas porque se lo entregas, por las buenas o por las malas, Él te hará ver tu pecado, con el único fin de que lo reconozcas y te mueras en Él y se lo entregues y así poder entrar al tiempo de nacer en esa área de tu vida.

Aquellos que se apresuran a entregarle ese pecado que les ha mostrado, avanzan rápido en el Evangelio y sin tanto dolor.

Por otra parte el versículo dice, tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado y nunca falta el que quiere cosechar sin incluso haber sembrado. La impaciencia es mala consejera y es importante discernir los tiempos con el fin de no cometer ni equivocaciones, ni injusticias. En todos los aspectos de la vida sembramos y cosechamos, ya sea en la relación de un ser amado o no, un negocio, escuela o trabajo, vivimos sembrando y cosechando y es muy sencillo, si no sembramos amor cosecharemos indiferencia; si sembramos impaciencia, cosecharemos incomprensión, etc. La vida es un toma y daca.

En lo espiritual muchos siembran la Palabra de Elohim y algunos se deshalientan al ver que las personas no se convierten y es porque no es el tiempo de cosechar y con respecto a la Palabra, algunos siembran y otros cosechan, esto es así, por tanto, no se desanime, Usted siembre, comparta, evangelice, dé testimonio; a su tiempo otro cosechará.

Eclesiastés 3:3 dice “tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar .

Y así es, un ejemplo contemporáneo sucedió en la segunda guerra mundial. Para los Estados Unidos se tuvo el tiempo de matar, sólo dos años después del ataque de Pearl Harbor, dos años en los que se estuvieron preparando para poder entrar a la guerra y vencer, seguramente que si los estadounidenses no hubieran comprendido el tiempo y se hubieran acelerado, hubieran fracasado, pues no era el tiempo de matar.

Y posterior a la guerra fue el tiempo de curar, no sólo para los países amigos, sino también para Alemania y para algunos es impensable que los mismos Estados Unidos estuvieran involucrados en la restauración de Alemania, pero así debía ser, era el tiempo de curar y curarse y beneficiarse todos de ello.

Por otra parte, espiritualmente hablando, hay un tiempo de matar cuando se trata de ayudar a otros a morirse al pecado y también hay un tiempo de curar, ya que nadie debe ministrar ningún pecado, maldad, demonio o enfermedad, sino es el tiempo para ambas partes, el ministro y el ministrado, ya que las consecuencias pueden ser graves para ambos. Por ejemplo, el ministro debe haber vencido el pecado que va a ministrar y el ministrado debe haber alcanzado el arrepentimiento.

Finalmente, que increíble que las Escrituras hablen de tiempo de destruir cuando todos pueden pensar que la biblia solo habla de hacer las cosas buenas, pero incluso este tiempo es bueno.

Hay, por poner un ejemplo, relaciones que nos van a traer desgracias y pueden ser relaciones familiares o sociedades de negociosos en las que tengamos mucho invertido, ya sea cariño, tiempo o dinero y por ende, estamos atados a esa relación, por no perder lo invertido, pero si llega el tiempo de destruir o deshacer debemos detectarlo y hacerlo, antes de que ya no sea el tiempo y la separación sea tan perjudicial tanto o igual que el quedarse.

Las implicaciones espirituales en el tiempo de destruir son el inutilizar lo no material, esto es, quitarle al enemigo de la humanidad aquello que lo mantenía en nuestra vida y evitar que vuelva adquirir la legalidad de dañarnos, ¿Cómo? Luchando, venciendo nuestro pecado, venciendo nuestra propia maldad, santificándonos día a día, limpiándonos con la sangre del Cordero, nuestro amado Mashiaj Yeshua. Hay que identificar cuando llega este tiempo, para hacerlo, porque es el tiempo propicio para vencer al romper cadenas y destruir pactos.

Las personas a lo largo de nuestras vidas, vamos construyendo, edificando, falsas fortalezas, pues no están fincadas en HaShem y por ello no vencemos el temor y vivimos a la defensiva, dentro de nuestro recinto fortificado, resguardados en nuestros defectos, sin querer salir de ellos y de lo que hemos logrado ser. Y como todo tiene su hora, llega el tiempo de destruir esas falsas fortalezas para atesorar la verdadera fortaleza en nuestro Adonai.

Si se resiste a esto, las cosas se ponen difíciles, ya que el tiempo es propicio y cuando llega, por las buenas o por las malas sucederá y es cuando el objeto de tu fortaleza te será quitado, ya sea una persona, trabajo, casa, objeto o forma de vida, todo con el fin de mostrarte que esa fortaleza era vana.

Pero también hay tiempo de edificar y sólo se puede edificar, fabricar o construir en el lugar donde no existe algo, porque si ya hay algo ahí, primero se tiene que destruir ese algo y después se podrá edificar nuevamente.

Las oportunidades en la vida se presentan en sólo ciertas ocasiones y si no se las detecta y se las aprovecha, se van y algunas no vuelven, otras vuelven en menor escala. Si se observa el tiempo y la oportunidad se presenta y es tiempo de edificar, se debe decidir afirmativamente y asirse de ella con firmeza y seguridad, porque es el tiempo.

Espiritualmente hablando se debe discernir cuando es el tiempo de ministrar, el tiempo de alabar, etc. y cuando llega el tiempo de edificar, estudiando las Escrituras para establecer Su Palabra en nosotros y fundar, donde haya que hacerlo, las bases de Su estructura en nuestra vida, con el fin de ordenar y decretar las bendiciones, aprendiendo y demostrando las convicciones de la propia conversión.

Eclesiastés 3:4 dice “tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar”.

Llorar, tiempo de llorar, tiempo de sentir una desgracia, una adversidad, una muerte, una culpa, un pecado y derramar lágrimas por ello, como la vid llora en la primavera.

Y sin embargo no hay mal que dure 100 años, ni nadie que lo aguante y por ello llega al fin el tiempo de reír, tiempo de celebrar y de regocijarse.

Pero increíblemente la mayoría de las personas no lloran o ríen en el tiempo adecuado, por ejemplo, en lugar de apreciar y gozarse con lo que tienen, viven llorando lo que no tienen, insatisfechos por lo que les falta obtener, siendo que tienen grandes y sobre todo pequeñas cosas que agradecer, esas pequeñas cosas que son las más esenciales para ser felices, como la vida misma o la bendición de la salud, propia y de nuestros amados, el hecho de poder comer hoy, el ver a la familia, el tener un momento de tranquilidad, el ver tu jardín rebozar de vida, el sentir, el amar, etc.

En lo espiritual, el tiempo de llorar llega también y es cuando debemos entregarnos en los brazos de nuestro Padre Adonai, con el alma abierta y con Él llorar en lo secreto y recibir al Consolador, la Ruaj Ha Kodesh, su espíritu de santidad y en Él descansar, arrepintiéndonos de nuestros pecados, reconociendo nuestras debilidades y la necesidad tan grande que hay en nuestra vida de que Él tome el control de todas las cosas.

Vemos que nuestro Mashiaj Yeshua lloró y estuvo triste en su momento, momento que lo ocupo para orar y entristecerse en presencia del Padre amado, pero no continuó triste por más tiempo, asumió lo que estaba pasando y con fuerzas renovadas fue a cumplir lo que tenía que hacer. Y después llegó el tiempo de reír, pues resucitó y fue glorificado, lleno de paz, lleno de amor, lleno de gloria, lleno de alabanza, lleno de poder.

El tiempo de reír también llega, sin falta y a tiempo y debemos discernir cuando es ese tiempo para dejar de llorar y lamentarnos pues si no es así, en el tiempo de reír, lloraremos, volviéndonos adoradores de nuestra propia desgracia, es el tiempo de gozarnos en Adonai.

El versículo también dice: tiempo de endechar, y tiempo de bailar, y curiosamente la palabra endechar significa cantar canciones tristes de lamento, especialmente cuando se está de luto, también significa estar afligido, o muy triste y se vale, se vale estar triste cuando se muere alguien o se duerme en Cristo una persona amada, ya que la vamos a extrañar y nos va a hacer falta.

En lo espiritual se vale estar triste cuando erramos el camino y pecamos en contra de nuestro Elohim amado, pero sólo debe durar un tiempo, si se pasa de ese tiempo, caemos en una depresión y en las garras del enemigo.

El tiempo de bailar llega sin duda cuando llegan las ocasiones especiales, las bodas en especial y en lo espiritualmente sin duda llega cuando es hora de alabar a HaShem, aunque sea con pequeños movimientos acompasados o remolineando en giros rápidos, es el tiempo de adquirir la viveza, de retozar de gozo en el Espíritu de Santidad.

Y sin lugar a dudas, cuando llega el tiempo de bailar y de alabar a nuestro Padre y nos resistimos a ello, actuamos en contra de nosotros mismos, porque si la oración tiene poder, la alabanza y el baile es grandemente poderoso, porque agrada a nuestro Adonai.